martes, 7 de febrero de 2012

La Mariposa


LA MARIPOSA
Por: Luis Esteban Santos Rodríguez



Continúa el caminante andando, ya con pasos más lentos que los que daba al principio de su andar, cuando salió hace un día y medio de Tilantongo; encontró una vereda y la siguió, quería llegar allá a donde todo es posible, a donde no es necesario haber nacido ave para poder volar, pero ahora todo en su cuerpo le reclama, la cabeza se siente un poco más reconfortada porque ya hace unos dos kilómetros entró a ésta parte boscosa en la que los árboles lo han acogido con sus frescas sombras y le ha saciado la sed aquel noble riachuelo de agua clara y limpia que lo ha librado de morir de extenuación, pero las piernas ya no pueden más, los pies los siente a punto de estallar.



 A lo lejos a unos treinta metros hay una piedra en forma de plancha, él sabe que ése podría ser su trono y se decide a ir en busca de él. La piedra no pone resistencia, ni intente huir, ha sido capturada por un nuevo caminante que vestido de manta blanca se posa sobre de ella y deja que transcurra el tiempo, mientras escucha cantar al viento sus amores con las ramas de los árboles que se estremecen a cada nota débil o fuerte que sopla.



El caminante desde hace un buen rato dejo de serlo, para convertirse en un espectador más de la naturaleza del bosque, al que no ha importado que un extraño esté ahí y sigue cantando su amor a la vida. Conmovido por lo que estaba viviendo en ése momento, él, toma una rama pequeña y juega con ella, en el suelo traza con uno de los extremos de la rama algunas figuras, entre ellas, una casa, una puerta y un árbol, luego marca el contorno de sus pies descalzos y los levanta para ver que en realidad son sus huellas, pero que no son igual a las otras que vino dejando en el camino, la diferencia es que éstas no están cansadas, y se alegra, y recuerda la razón por la que salió de Tilantongo, y la sonrisa se le borra, y da paso a la nostalgia de sentirse solo día y medio.



Justo un instante antes de soltar el llanto que le ha venido a remover la soledad, una mariposa amarilla con manchas negras en las alas se posa sobre su hombro derecho, él vuelve la cara lentamente para no ahuyentarla y trata de mirarla con el rabillo del ojo, entonces nota que la mariposa ésta moviendo también su pequeñísima cabeza para buscar el rostro de él, entonces, sus miradas coinciden y el corazón de él da un sobresalto, porque se ha preacatado de que la mariposa también tiene rostro, pero no es rostro de mariposa sino de persona y por si fuera poco es un rostro familiar, pero ¿ de quién ? se pregunta sin hablar y comienza a buscar en sus recuerdos, entonces descubre que el rostro de la mariposa es idéntico a su cara, sí, la mariposa tiene el rostro idéntico al de él, gira nuevamente la cabeza y nota que sobre el hombro derecho ya no hay nada y enseguida comienza a sentir un ligero golpeteo insistente como de pétalos de rosas en el lóbulo de la oreja izquierda, es la mariposa que se ha sentido segura y con la confianza de poder jugar con el hombre.



Él la contempla y nuevamente sus miradas coinciden, la mariposa se refleja en los ojos del hombre y se dan cuenta de que sus rostros son idénticos, el hombre al notar que han coincidido las miradas le sonríe, la mariposa queda volando justo a la altura de los ojos de él  que permanece sentado sobre la piedra, pero ella no responde a la sonrisa, entonces el hombre piensa que tal ves ella no puede sonreír. La mariposa no deja de aletear y comienza a tomar altura, pero las miradas no han dejado de estar al mismo nivel.



Como hipnotizado él se ha perdido en la mirada de ella y no ha notado que ya se encuentra a más de diez metros por encima de la piedra, luego parpadea y lo nota, sí, está flotando por encima de los árboles también y se siente libre, emocionado, satisfecho porque piensa que por fin ha llegado al sitio que imaginó y no siente miedo de caer porque ella no lo ha dejado un sólo instante. Pero como nunca nada es para siempre, comienza el descenso, otra vez hacia la tierra. La mariposa no le quita la mirada de encima sino hasta haberlo dejado sentado  sobre la piedra a donde comenzó la aventura.

Emocionado por la experiencia que de verdad ha sido única en su vida, él, extiende el dedo índice de la mano derecha e invita a la mariposa a confiar en él, ella no duda y se posa sobre el dedo que tiembla de emoción. Luego, mariposa y hombre comprenden que ha llegado el momento de despedirse, él intenta agradecerle pero no sale una sola palabra de su boca, la emoción le comió todas, entonces ella concentró su mirada en la de él y su pequeño rostro brillo con una sonrisa indescriptible, con una sonrisa única, con una sonrisa... de mariposa.



Y quizá ella es la única mariposa que alguna vez ha sonreído, y quizá él es el único caminante que alguna vez ha volado.         










































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